Hace unos días, tuve la oportunidad de hablar por primera vez, con un chico que solo conocía de vista. Su aspecto físico no es, precisamente, lo que por general se puede categorizar como el de una persona agraciada. Sin embargo, cuando hablé con él, pude comprobar todo lo contrario: su voz, la desenvoltura de sus gestos, sus ojos soñadores... Todo su conjunto me dejo una impronta de belleza. Estamos en un tiempo en el que la belleza física, se ha convertido en un producto más con el que mercantilizar. Las mujeres tenemos que tener unas tetas y un culo determinado, unas pestañas y uñas desquiciadas, como bien dice Toro Salvaje . Todo ello nos convierte en un producto más; impersonales, despersonalizados... Lo que hace fascinante a la escultura clásica, es que esos maravillosos cuerpos, son representaciones de fuerza y energías internas: La Victoria de Samotracia, El David de Miguel Ángel, Los Bronces de Riace... Todos ellos emanan una sustancia, un estado y un sentir. Sin estos atrib