BALANCE

 Hace un año que, por estas fechas, estaba en cama con covid. Fue una experiencia muy traumática para mí, nunca suelo enfermar durante tanto tiempo, lo mío suelen ser cosas agudas, pero de las que salgo con mucha rapidez.

Me rio ahora, porque de saber lo que me esperaba durante este año, me hubiese quedado encantada indefinidamente en la cueva de la enfermedad, a resguardo de las tempestades de la vida.

Lo gordo me vino casi a principios de primavera, sin ton ni son y sin entender nada, empecé a llorar: lloraba cuando me dormía, lloraba al abrir los ojos por las mañanas, en el super, en los semáforos, en el cine, en compañía y en soledad. Mi cara siempre estaba anegada de lágrimas, no tenía que hacer ningún gesto ni esfuerzo; las lágrimas salían solas sin mi ayuda.

Yo, que siempre he presumido de ser inmune a la depresión, empecé a pensar que había caído en sus garras y que quizás necesitaba ayuda profesional para salir de aquello. Hasta que un día, de pronto, dejé de llorar; con la misma sinrazón que llegaron las lágrimas, se fueron. La primavera llegó tardía para mí, pero llegó.

Hoy creo que todo aquello, fue una especie de purga emocional.

Ha sido un año en el que he arriesgado mucho, he de reconocer que he sido valiente y que he dado pasos en el vacío, llevada únicamente por una fuerza interior que me impulsaba a ello. No puedo quejarme de los resultados, aunque aún hay cosas que no han completado su proceso, sigo siendo optimista.

También ha habido cosas maravillosas y mágicas que, cuando lo pienso, no me importaría retroceder a mi enfermedad, solo para tener la oportunidad de volver a vivirlas, pero la vida es así; nada se para, todo es cambio continuo.

Comentarios

  1. Sí, todo es cambio.
    Yo creo que la pandemia ha dejado efectos secundarios de por vida.
    Besos.

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